domingo, 8 de febrero de 2015

¿Debemos enseñar reglas gramaticales?

Una de las cuestiones recurrentes en las sesiones del máster está siendo la cuestión de la enseñanza de la gramática. Si bien de forma explícita sólo en una sesión hemos trabajado sobre gramática, lo cierto es que la forma de enfocar las cuestiones gramaticales suele salir de vez en cuando.
Existen opiniones, entre los compañeros, de todo tipo, pero en general todos han coincidido en que es importante incluir de forma explícita explicaciones gramaticales dentro de las clases. A este respecto, particularmente interesante me ha parecido la opinión de la profesora que nos cuenta, desde su experiencia, que siempre que ha intentado meter la gramática dentro de las clases de forma más inductiva, los alumnos han reaccionado de forma positiva pero que, al acabar, aún cuando han conseguido dominar los contenidos y producir de forma correcta, han acabado preguntando "¿Pero por qué es así? ¿Qué va antes del verbo entonces? ¿Y lo puedo poner detrás?", lo que puede resultar frustrante tanto para el alumno (que sale de clase con impresión de no tener las ideas claras y no haber aprendido nada) como para el profesor (que ha invertido una gran cantidad de esfuerzo en adaptar los materiales de los manuales, que siguen una metodología de enseñanza más tradicional, y que al final ve cómo los alumnos siguen pidiendo reglas y normas fijas).
Son, probablemente, varias las razones por las que los alumnos acaban al final pidiendo este tipo de reglas:
  • Para empezar, porque estamos acostumbrados a que, cuando aprendemos una lengua extranjera, nos den normas y reglas para producir. Es así como hemos aprendido desde que somos pequeños, salvo contadas excepciones, y es esto lo que acabamos pidiendo. Es difícil cambiar. 
  • También porque, de alguna forma, innatamente tendemos a tratar de entender y buscar los porqués de las cosas. 
Puede ser también, y esto es aportación personal mía, que en un curso en el que estamos siguiendo determinada forma de enseñar la gramática, si de forma puntual intentamos utilizar una forma radicalmente diferente, los alumnos no reaccionen positivamente. Quizá si desde el principio, y en todos y cada uno de los puntos, se hiciera de forma inductiva, los alumnos no la rechazarían frontalmente. Pero esto requiere una labor de reelaboración de absolutamente todos los materiales de clase, cosa que no todas las instituciones nos van a permitir. El libro, al final el que vence siempre es el libro...
No ha encontrado, comentaba la profesora, forma de hacer que esta enseñanza más inductiva de la gramática tenga éxito en sus clases. Encuentro un paralelismo entre este problema y el que hay en China en instituciones que buscan imponer un enfoque más comunicativo dentro de sus clases (me viene a la cabeza el Instituto Cervantes) y que, en muchas ocasiones, se encuentran con que a los alumnos este método no gusta. En mi caso personal, porque también me encontré con este problema, la solución que encontré fue partir de los recursos y dinámicas a los que los alumnos ya están acostumbrados (repetir y repetir, producir siguiendo estructuras, explicar mucha gramática de forma sitemática) para ir abandonando poco a poco todo esto de mis clases, muy lentamente, de forma que para los alumnos fuera prácticamente imperceptible el paso de una cosa a otra. Quizá se pueda hacer algo similar en las clases de chino. Pero, nuevamente, el gran problema es el material de base: si nuestros manuales de chino siguen enfoques y métodos tradicionales, requiere por parte del profesor redactar y reelaborar absolutamente todo: siendo realistas, ningún profesor tiene tiempo para redactar un libro de clase.
Habrá que encontrar una fórmula que permita canalizar una forma más inductiva de aprendizaje dentro del aula de chino. Seguiremos pensando sobre este tema. 

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