domingo, 15 de marzo de 2015

Reflexión personal: profesores y silencio

Hablaba un contertulio en la radio sobre lo poco acostumbrados que estamos a la reflexión y al silencio. Ponía a modo de ejemplo lo que ocurre cuando, en un aula, un alumno lanza una pregunta al profesor: el alumno espera que el profesor responda rápido a la pregunta. Si no es así, lo que piensa no sólo él, sino toda la clase, es que el profesor no tiene respuesta a la pregunta, o duda sobre ella. No aceptamos, no entendemos, la necesidad de un silencio para la reflexión después de una pregunta, antes de lanzar una respuesta.
¿Cómo influye esto en nuestra labor como docentes? ¿No es verdad que en la preparación de las clases dedicamos un amplio espacio de tiempo a anticipar posibles preguntas de los alumnos, para tener preparada una respuesta? No es por falta de conocimientos que hacemos esta preparación, sino por un cierto miedo a que piensen que no nos hemos preparado la clase o que no dominamos la materia a la perfección. Porque no aceptamos, como alumnos, un espacio para la reflexión del profesor ante ciertas preguntas, nos genera desconfianza en él.
Si pienso en mí como alumna, y no como profesora, tengo que admitir que el profesor que vacila en una respuesta, o que se nota claramente que la está improvisando tras una reflexión breve, me genera desconfianza en lo que me está diciendo y, a largo plazo, en lo que me está explicando. Me gustan aquellos que pueden dar una respuesta segura, o bien que se llevan la duda a casa y me devuelven una respuesta segura a la vuelta. Como profesora, tengo que reconocer que dedico una gran cantidad de esfuerzo en la preparación de clases a la anticipación de preguntas de los alumnos. No me molesta tener que decir en clase "no lo tengo claro, déjame que lo mire en casa y la semana próxima te lo digo", pero me esfuerzo por evitarlo, para no tener que parar el ritmo de la clase (creo que la respuesta a una duda que surge en el momento quedará fijada más fácilmente que otra que lo hace un poco en medio de la nada).
Si le damos la vuelta, y pensamos en las preguntas que lanzamos a los alumnos, ¿la sensación es similar? ¿Considero que mis alumnos no se han preparado bien las cosas si no les veo que respondan rápidamente a las preguntas? ¿Cómo establecer la diferencia entre "tiempo de reacción natural para reflexionar sobre algo basándome en lo que sé" y "tiempo para improvisar una respuesta que contente al profesor"? Personalmente tiendo a ceder al alumno todo el tiempo que necesita para responder, hasta que veo que la impaciencia que genera en sus compañeros puede afectar al ritmo de clase. Pero, ¿cómo sé que ese tiempo es suficiente? ¿O que es un tiempo eficazmente utilizado, y no un espacio dedicado a la generación de una respuesta que intente satisfacer al profesor, pero que en realidad no valga para mucho a título personal?

Gestión del tiempo y de los silencios en la clase, de los espacios de reflexión para profesores y alumnos en el aula. Una cuestión más sobre la que intentar mejorar en el aula.


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