sábado, 16 de enero de 2016

Los límites del ego y la tolerancia de la ambigüedad (y II)



La siguiente entrada está basada en Los límites del ego y la tolerancia de la ambigüedad en el aprendizaje de segundas lenguas, de Maqdeline Ehrman, en La dimensión afectiva en el aprendizaje de lenguas, de Jane Arnold.



La cuestión de la tolerancia a la ambigüedad

El aprendizaje de idiomas implica enfrentarse a situaciones donde no se tendrán odas las respuestas: vacíos de información, situaciones inesperadas, elementos lingüísticos desconocidos, nuevas normas culturales… Es decir, el aprendizaje implica un grado de ambigüedad importante.
La tolerancia a la ambigüedad se construye en tres niveles:
  • En un primer nivel, la información entra en nuestro esquema conceptual. Los límites de ego fuertes pueden impedir este acceso.
  • En el segundo nivel constituye la tolerancia a la ambigüedad propiamente dicha: el individuo se ha enfrentado a información incompleta o incluso contradictoria. En este punto, aquellos con límites de ego fuertes pueden tener dificultades para aceptarla, mientras que aquellos con los límites débiles pueden correr el riesgo de dar por válida toda la información, abrumados.
  • En el tercer nivel el alumno discrimina y separa, establece prioridades y jerarquiza la información, todo lo cual suele llevar a la integración de la nueva información en los esquemas cognitivos existentes, modificándolos y creando algo nuevo.  Piaget llamó a este fenómeno acomodación, si bien él diferenciaba entre ésta, que sería la alteración de los esquemas para explicar una experiencia, de la asimilación, en la que la nueva información percibida se modifica para que sea coherente con los constructos mentales ya existentes. Suele haber cierta asimilación cuando ocurre la acomodación.
En la medida en la que un límite del ego débil o flexible permite la desinhibición y la apertura a procesos inconscientes, favorece la empatía y la capacidad para asimilar otra lengua y otra cultura. Es decir, está relacionada con el grado de tolerancia a la ambigüedad.

La regresión y la regresión al servicio del ego

La regresión puede presentar diferentes facetas, aunque normalmente todas se relacionan con la pérdida de estructuras o de controles que creamos para satisfacer las demandas de nuestros entornos sociales (como, por ejemplo, cuando un niño pequeño, vuelve a chuparse el dedo pulgar cuando llega un hermanito nuevo a casa). Otra regresión es la cognitiva, que sería la que ocurre cuando un alumno se queda en blanco en clase. 
El estrés puede causar en nosotros diferentes formas de regresión, que a posteriori nos causan vergüenza por haber roto ciertas normas sociales en el arrebato de ira (ausencia de control de impulsos). Esto constituiría un ejemplo de regresión. Por otra parte, una disminución de las inhibiciones socializadas puede derivar en una mejora de la creatividad, por lo que puede buscarse a propósito una pérdida del control aprendido de impulsos. En este caso, como la regresión se hace con una meta constructiva, se considera que es una regresión al servicio del ego. 

En el aprendizaje de lenguas, la regresión al servicio del ego ocupa un papel muy importante. En primer lugar, porque la relajación sobre el control de los pensamientos y sentimientos permite una mayor desinhibición y una regresión constructiva que favorece el proceso de aprendizaje. En segundo lugar, porque para formar una identidad social en la segunda lengua es necesario modificar, adaptar cognitiva y afectivamente los esquemas de la identidad del individuo, reconstruirlo en cierto modo. En la medida en que esta regresión al ego sea controlada, sin perder de vista que se está realizando para contribuir al aprendizaje, estaremos hablando de regresión al servicio del ego y no de una regresión para defendernos de la ansiedad.

Relación entre la acomodación, la tolerancia de la ambigüedad y el aprendizaje de idiomas

Aprender un nuevo idioma es una tarea que, psicológicamente, obliga al alumno a cambiar sus patrones cognitivos no sólo a nivel puramente gramatical, sino que le obliga a volver a categorizar la información, a ver el mundo desde una óptica diferente. Esto puede ser profundamente desestabilizador si el alumno no tiene la necesaria capacidad para aceptar las ambigüedades y las incertidumbres a las que va a enfrentarse.
Un alumno con un nivel de acomodación elevado, maduro, tendrá mayor tolerancia a la ambigüedad y será capaz de enfrentarse con mayor facilidad a los posibles sentimientos negativos que le produzca la nueva lengua.

Las emociones

La angustia, la vergüenza, el (nuevo y desconocido) material de estudio… todo puede convertirse en una amenaza para el estudiante y despertar su ansiedad. Sin embargo, parece que no existe relación específica entre los límites débiles y la ansiedad, aunque los alumnos con límites del ego débiles hayan detectado que sienten dicha ansiedad. En aquellos con los límites fuertes, se han detectado indicios de ansiedad inconsciente, a la que los alumnos se enfrentan sin siquiera darse cuenta.

Trasladado al aula

La observación es la mejor herramienta para tratar de discernir qué tipo de alumno tenemos delante.
  • ¿Tiene tendencia a colocar las cosas en su sitio siempre?
  • ¿Necesita unos patrones de autoridad claros?
  • ¿Parece etnocéntrico?
  • ¿Qué tipo de dificultades le suelen causar más problema?
  • ¿Necesita siempre un contexto claro, incluso excesivo?
Una vez “detectado” el tipo de límites de ego del alumno, resultará más fácil ayudarle a superar sus dificultades.
De cualquier manera, la mayoría de alumnos son capaces de actuar fuera de sus estilos cuando lo necesitan, adaptándose a la circunstancia. El modelo propuesto por la autora de este artículo sirve, según ella misma comenta, para entender mejor las dificultades de la tolerancia a la ambigüedad y, sobre todo, para entender el sistema de motivación de los alumnos.
  • A aquellos con los límites más rígidos, les gustarán las tareas en las que la consecución de un logro concreto y el control sean parte importante. Se sentirán incómodos ante actividades demasiado abiertas.
  • Aquellos con los límites más débiles preferirán las actividades en las que tengan que intervenir de forma menos estructurada y disfrutarán descubriendo nuevas relaciones, con personas, con la cultura o con nuevos conceptos.
El trabajo en lo que les resulta más difícil es posible, haciéndolo de forma escalonada.

La evaluación de la tolerancia de la ambigüedad

Existen escasas formas académicas para evaluarla. Algunas de las más utilizadas son el Hartmann Boundary Questionnaire (HBQ), desarrollado por Hartmann en 1991; el MAT 50 (Norton, 1975) y la Tolerance Ambiguity Scale (Ely, 1989). Si no es posible contar con estos test, puede ser suficiente el “diagnóstico por observación” propuesto más arriba.

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